domingo, 29 de noviembre de 2020

TGFC: Capítulo 2

 

LIBRO 1:  LLUVIA CARMESÍ QUE BUSCA UNA FLOR

Capítulo 2: El Deshecho Inmortal; Entrando por Tercera vez a la Capital Celestial


—Felicitaciones, Su Alteza.

Al escuchar esto, Xie Lian levantó la vista y sonrió antes de decir algo—: Gracias, ¿pero puedo preguntar por qué me felicitas?

Ling Wen Zhenjun[1] se mantuvo erguida, con las manos cruzadas a la espalda—. Felicitaciones, ganaste el primer lugar en la lista de “Oficial celestial más esperado para ser desterrado al Reino Mortal” de este período del calendario[2].

Bueno, no importa qué, el primer lugar es el primer lugar dijo Xie Lian. Pero ya que me estás felicitando, ¿hay algo por lo que realmente valga la pena estar feliz?

respondió Ling Wen—. El primer lugar en esta tabla puede recibir cien méritos.

Xie Lian pronunció de inmediato—: Si hay algún ranking similar en el futuro, por favor avísame.

¿Sabes quién es el segundo lugar? —preguntó Ling Wen.

Xie Lian reflexionó un momento y luego respondió—: Muy difícil de adivinar. Después de todo, en términos de habilidad, debería ser capaz de ocupar los primeros tres lugares yo solo.

—Más o menos —convino Ling Wen—. No hay un segundo lugar. Estás tan adelantado que has dejado al resto mordiendo polvo.

Es un honor demasiado grande respondió Xie Lian—. Entonces, ¿quién ocupó el primer lugar en el período anterior?

—Nadie —replicó Lin Wen—, porque este ranking se estableció recién hoy.

¿Eh? Xie Lian se sorprendió—. ¿No querrás decir que este ranking fue creado solo para mí?

Ling Wen respondió—: Puedes pensarlo como si hubieras llegado justo a tiempo y robado el primer lugar.

Xie Lian sonrió con ojos de medialuna—. Está bien. Seré más feliz si lo pienso de esa manera.

¿Sabes por qué has conseguido el primer lugar? —continuó Ling Wen.

¿Por demanda popular? —contestó Xie Lian.

Déjame explicarte la razón dijo Ling Wen—. Por favor, mira esa campana.

Xie Lian giró la cabeza hacia donde Ling Wen apuntaba, y lo que vio fue una panorámica extremadamente hermosa. Había un gran templo palaciego hecho de jade blanco, y abundantes torres, pabellones y miradores con nubes celestiales flotando alrededor. Los arroyos fluían y los pájaros bailaban.

Observó durante un buen rato, y luego preguntó—: ¿Quizás apuntaste en la dirección equivocada? ¿No hay una campana en ninguna parte?

No lo hice dijo Ling Wen—. Está justo ahí, ¿no la ves?

Xie Lian volvió a mirar con seriedad, y luego respondió con honestidad—: No la veo.

Line Wen explicó—: Está bien si no la ves. Solía ​​haber una campana allí, pero cuando ascendiste, cayó debido a los temblores.

—...

Ese reloj es más viejo que tú, pero tiene un carácter brioso y disfrutaba de dar un buen espectáculo. Siempre que alguien ascendía, tocaba unas cuantas veces para aplaudir. El día que ascendiste, los temblores fueron tan fuertes que la campana sonaba como loca y no podía parar en absoluto. Al final, se cayó del campanario antes de que finalmente cesara. Y cuando cayó, se estrelló contra uno de los oficiales celestiales que pasaba por allí.

Um... ¿entonces todo está mejor ahora? —preguntó Xie Lian.

Todavía no, aún está en reparación —respondió Ling Wen.

Me refería a ese oficial celestial que fue herido aclaró Xie Lian.

El que fue herido era un dios marcial dijo Ling Wen—. Un giro de su mano y la campana se partió en dos en ese mismo momento. Ahora, por favor mira ese palacio dorado. ¿Lo ves?

Una vez más, Xie Lian miró hacia donde estaba señalando, y vio en medio de la bruma de las nubes el brillante techo de cristal dorado—. Ah, esta vez lo veo.

No está bien si lo ves dijo Ling Wen—. No solía haber nada allí.

—...

Cuando ascendiste, los pilares dorados de los palacios dorados de varios oficiales celestiales se derrumbaron a causa de los terremotos y sus tejas de vidrio se hicieron añicos. Hay algunos que no se arreglarán tan fácilmente, por lo que los oficiales celestiales solo pudieron montar algunos palacios de último minuto para arreglárselas por el momento.

¿Y yo soy el responsable?

Tú eres el responsable.

Mm… Xie Lian preguntó para confirmar—: Entonces, ¿he ofendido a muchos oficiales celestiales desde el instante en que llegué?

Si puedes enmendarlo, tal vez no dijo Ling Wen.

¿Cómo puedo enmendarlo?

Fácil. Con ocho millones ochocientos ochenta mil méritos.

Xie Lian volvió a sonreír.

Ling Wen añadió—: Por supuesto, sé que no tienes ni una décima parte de esa cantidad.

Xie Lian respondió con seriedad—: ¿Cómo digo esto? Lo siento mucho, aunque quieras solo la décima parte de esa cantidad, no la tengo

La fe de los creyentes mortales se convertía en el poder espiritual de un oficial celestial, y cada palo de incienso que encendían y cada ofrenda que daban se llamaba "méritos".

Xie Lian se puso solemne y preguntó con seriedad—: ¿Estás dispuesta a derribarme de aquí y darme ocho millones ochocientos ochenta mil méritos por ello?

Soy un dios civil dijo Ling Wen—. Si buscas a alguien que lo haga, necesitarás encontrar un dios marcial para ello. Cuanto más fuerte pateen, más méritos darán.

Xie Lian exhaló un largo suspiro—. Por favor, permíteme pensar en qué hacer.

Ling Wen le dio unas palmaditas en el hombro—. No te preocupes, siempre habrá un camino cuando el carruaje llegue a la montaña.

Sin embargo, los barcos siempre se hunden cuando llegan al muelle por mí[3] dijo Xie Lian.

Si esto fuera hacía ochocientos años, cuando el Palacio de Xianle estaba en su pico de prosperidad, ocho millones ochocientos ochenta mil méritos no serían nada; el Príncipe Heredero podría tirarlos sin pestañear. Pero el presente no era el mismo que el pasado, y todos sus templos en el Reino de los Mortales habían sido quemados hacía mucho tiempo atrás hasta los cimientos. No tenía creyentes, ni incienso ni ofrendas.

No había necesidad de decir más sobre el tema. De cualquier manera, no tenía nada, nada, ¡absolutamente nada!

Se agachó al costado de la gran calle principal de la Capital Celestial, sintiéndose angustiado, antes de recordar de repente… Había ascendido por casi tres días, pero aún no había entrado en la matriz de comunicación del Tribunal Superior. Se había olvidado de preguntar cuál era la contraseña verbal.

Los oficiales celestiales del Tribunal Superior se habían reunido y establecido una matriz[4] que podía permitir que la conciencia se comunicara y transmitiera mensajes instantáneamente dentro de esta. Una vez ascendido, uno debía ingresar a la matriz, pero se requería la contraseña para que la conciencia encontrara la matriz de comunicación designada. La última vez que Xie Lian había entrado fue hacía ochocientos años y no recordaba la contraseña en absoluto. Dejó que su conciencia se dispersara para buscar, y vio una matriz que parecía ser lo que estaba buscando, así que entró. En el momento en que lo hizo, quedó impresionado por el torbellino de gritos que provenían de todas partes.

Hagan sus apuestas, no hay devoluciones. ¡Apostemos cuánto tiempo puede durar nuestra Alteza Real, el Príncipe Heredero, antes de volver a caer!

¡Apuesto un año!

Un año es demasiado tiempo, la última vez duro solo un incienso; esta vez serán tres días, creo. ¡Pongo mis méritos en tres días, tres días!

¡No lo hagas, idiota! Ya casi han terminado tres días, ¡¿sabes siquiera cómo apostar?!

... Xie Lian salió silenciosamente de la matriz.

Había ingresado en el equivocado. Definitivamente esa no era.

Los oficiales celestiales del Tribunal Superior del Cielo eran peces gordos que gobernaban una región determinada, conocidos por todos los hogares, y que se mantenían ocupados por una miríada de asuntos estatales.

Dado que eran deidades que ascendían de manera respetable y teniendo en cuenta su estatus, generalmente eran más discretos y, a menudo, altivos en sus palabras y acciones. Él mismo fue sido el único que había ido a saludar a cada uno de los oficiales celestiales dentro de la matriz de comunicación, con entusiasmo, la primera vez que ascendió; serio sin comparación y minucioso en extremo al presentarse de la cabeza a los pies.

Después de salir de esa matriz, realizó una segunda búsqueda aleatoria y entró en otra al azar. Esta ocasión, cuando entró, se relajó, pensando para sí mismo—: Qué tranquilo, probablemente sea este.

En ese momento, escuchó una voz que decía en voz baja—: Entonces, ¿Su Alteza ha vuelto?

Era una voz agradable, el sonido suave y gentil, el tono decoroso. Sin embargo, si uno la escuchaba con atención, descubriría que la voz en verdad era bastante fría e indiferente, y que el sentimiento que transmitía también era frío y distante, haciendo que esa suave dulzura se convirtiera en algo más malicioso en intención.

Xie Lian originalmente había querido entrar en la matriz de manera educada y permanecer en silencio, pero como la otra parte ya se había dirigido a él, no podía seguir fingiendo ser sordo y mudo.

Además, todavía estaba muy contento de que, en realidad, hubiera oficiales celestiales en el Tribunal Superior que quisieran iniciar una conversación con un Dios de la Desgracia como él.

Por lo tanto, respondió con rapidez—: ¡Sí! Hola a todos, he vuelto.

Sin embargo, poco sabía que, después de este intercambio, todos los oficiales celestiales que estaban actualmente dentro de la matriz de comunicación, se animarían.

Ese oficial celestial dijo con languidez—: Su Alteza ciertamente ascendió con gran fuerza esta vez, eh.

Dentro de la Corte Superior del cielo, emperadores, reyes, generales, cancilleres se encontraban por todas partes, y los héroes fluían como el agua.

Para convertirse en una deidad, uno primero debe alcanzar la grandeza. Dentro del Reino Mortal, aquellos que habían alcanzado laureles o los que poseían grandes talentos, siempre tenían una mayor oportunidad de ascender. Por lo tanto, no era una exageración decir que gobernantes, príncipes, realeza, generales, nada era una rareza aquí. Todos eran Queridos por los Cielos. Todos eran propietarios de títulos, por lo que se dirigían entre sí como Su Majestad, Su Alteza, Lord General, Jefe de la Alianza, Jefe Principal; de todo tipo, siempre y cuando la forma de hablarse fuera halagadora.

Sin embargo, las palabras de este funcionario celestial parecían tener en su tono algo subyacente. Aunque había dicho “Su Alteza” esto, “Su Alteza” aquello, Xie Lian no sentía ni un poco de respeto por su parte; era más bien como si estuviera pinchándole con una aguja. También había varios oficiales celestiales dentro de la matriz de comunicación que eran auténticos príncipes herederos, y sentían que los vellos de sus nucas se erizaban por tal forma de llamarle, increíblemente incómodos. Xie Lian se dio cuenta de que la otra parte no traía consigo buenas intenciones, pero él no quería pelear, así que decidió huir.

Sonrió—. No es tan malo.

Sin embargo, ese oficial celestial no le dio la oportunidad de correr, y expresó impasible—: Después de todo es su Alteza, así que no está tan mal. Pero mi suerte no parece ser igual de buena.

De repente, Xie Lian escuchó un mensaje privado de Ling Wen.

Ella solo dijo una palabra: "Campana."

Al instante, Xie Lian entendió.

¡Este era el dios marcial que fue golpeado por la campana!

Si ese era el caso, no estaba molesto sin razón. Xie Lian siempre había sido muy bueno para disculparse, así que inmediatamente dijo—: Me enteré del accidente con la campana, lo siento mucho, me disculpo.

La otra parte gruñó, el significado no estaba claro.

Había una gran cantidad de renombrados dioses marciales en el Reino Celestial, y muchos de ellos eran dignatarios recién ascendidos llegados después de la época de Xie Lian. Solo con su voz, Xie Lian no podía estar seguro de quién era esta persona, pero tampoco podía ignorar su nombre después de disculparse.

Entonces Xie Lian preguntó—: ¿Puedo preguntar cómo puedo dirigirme a mi señor?

En el momento en que habló, recibió silencio. No solo no obtuvo respuesta, sino que toda la matriz de comunicación era como si se hubiera congelado y, de repente, el aire estaba como muerto.

En el otro extremo, Ling Wen le envió otro mensaje de voz—. Su Alteza, si bien me es difícil creer que no lo haya reconocido después de hablar tanto rato, quiero darle un recordatorio. Ese es Xuan Zhen.

—¿Xuan Zhen? —cuestionó Xie Lian.

Se quedó perplejo por un instante, antes de al fin recuperarse y enviar un mensaje en estado de shock—. ¿Es Mu Qing?

El general Xuan Zhen era el Dios Marcial del Suroeste y poseía siete mil templos. Su nombre en el mundo humano era considerablemente distinguido.

Y el nombre original de este General Xuan Zhen era Mu Qing. Ochocientos años atrás, fue general adjunto en el Palacio Xianle del Príncipe Heredero.

Ling Wen también estaba bastante sorprendida—. ¿De verdad no lo reconociste?

De verdad no lo hice respondió Xie Lian. En ese entonces, no me hablaba así. Además, ni siquiera puedo recordar cuándo fue la última vez que nos vimos, hace cinco o seis siglos. Apenas recuerdo su aspecto, así que, ¿cómo podría recordar su voz?

La matriz de comunicación aún estaba sumida en un profundo silencio. Mu Qing no emitió ningún sonido, y los otros oficiales celestiales fingieron que no estaban escuchando mientras esperaban en el borde de sus asientos a que cualquiera continuara la conversación.

En cuanto a ellos dos, las cosas eran bastante incómodas. Después de muchos años de rumores retorcidos, básicamente todos conocían la mayor parte de la historia. En aquella época, cuando Xie Lian todavía era el estimado Príncipe Heredero de Xianle, entrenaba en el Pabellón Real Sagrado.

Este Pabellón Real Sagrado era una sala de cultivo imperial en el Reino de Xianle, con un estándar muy estricto en la selección de sus discípulos. Mu Qing provenía de un entorno empobrecido, y su padre era un criminal ejecutado; alguien así no calificaba para ingresar en el Pabellón Real Sagrado, por lo que solo podía hacer los recados. Dentro de los terrenos del templo, era alguien que limpiaba la habitación de la Alteza Real y servía té y agua.

Xie Lian notó cuánto se esforzaba, por lo que le pidió al Guoshi que hiciera una excepción y acogiera a Mu Qing como discípulo. Fue solo por la boca dorada de la Alteza Real que Mu Qing pudo ingresar al templo para cultivar y ser entrenado junto al Príncipe Heredero. Luego, después de la ascensión, Xie Lian lo nombró su general y lo llevó consigo a la Capital Celestial.

Sin embargo, cuando el Reino de Xianle cayó y Xie Lian fue desterrado al mundo mortal, Mu Qing no lo siguió. No solo no lo siguió, sino que nunca dijo una palabra a favor de Xie Lian. De cualquier manera, el Príncipe Heredero se había ido, así que era libre. Encontró una cueva en un trozo de tierra propicia y entrenó con ahínco, y no pocos años después, pasó una calamidad celestial y ascendió al cielo él mismo.

En el pasado, uno estaba en los cielos y el otro en la tierra. Ahora también había uno en los cielos y uno en la tierra… Pero sus posiciones habían cambiado por completo.

Desde su lado de la comunicación, Ling Wen dijo—: Está muy enfadado.

Me lo imaginaba —pronunció Xie Lian.

Inciaré otro tema de conversación, mejor aprovecha la oportunidad para irte —le recomendó Ling Wen.

Nah, está bien —respondió Xie Lian—. No hay problema siempre y cuando pretendamos que no ha pasado nada.

¿Está bien? cuestionó Ling Wen—. Con solo verlos hasta yo me siento incómoda.

¡No es tan grave! insistió Xie Lian.

Para alguien como Xie Lian, cualquier cosa estaba realmente bien, sin contar la muerte. No poseía mucho, y ciertamente, tampoco tenía vergüenza. Había sufrido cosas mucho, mucho más incómodas, por lo que en verdad sentía que estaba bien. Sin embargo, “está bien” no eran palabras para ser pronunciadas a la ligera.

Acababa de decirlas cuando una voz rugió enojada:

¡¿QUIÉN MIERDA HA DERRIBADO MI PALACIO DORADO?! ¡¡¡MUÉSTRATE!!!

Este rugido furioso iba a hacer explotar las cabezas de todos los dioses.

A pesar de estar ya saturados con las crecientes quejas, cada uno de ellos todavía contenía la respiración, esperando silenciosamente escuchar cómo Xie Lian respondería a este grito acusador. Sin embargo, de forma inesperada, la situación cobró más emoción. Antes de que Xie Lian abriera la boca, Mu Qing habló primero.

O, mejor dicho, solo resopló—: Eh.

El recién llegado escupió fríamente—: ¿Tú lo derribaste? Bien, ahora atente a lo que venga.

Mu Qing respondió con frialdad—: No dije que fuera yo, no acuses a las personas sin pruebas.

La otra parte dijo enojada—: ¿Entonces de qué te ríes? ¿Estás loco?

No hay razón, suenas gracioso, eso es todo dijo Mu Qing—. El que derribó tu palacio dorado está en la matriz de comunicación ahora mismo, ve a interrogarlo tú mismo.

Con las cosas llegando a este punto, Xie Lian estaba demasiado avergonzado para huir así.

Se aclaró la garganta—. Fui yo. Lo siento.

Apenas habló, el recién llegado también se quedó en silencio.

Junto a su oído, Ling Wen le envió un mensaje de nuevo—: Su Alteza, ese es Nan Yang.

A este lo reconocí dijo Xie Lian—, pero parece que él no me ha reconocido.

Lo hizo explicó Ling Wen—. Es solo que pasa más tiempo vagando por el Reino Mortal y rara vez regresa a la Capital Celestial, así que no sabía que habías ascendido de nuevo. Eso es todo.

Nan Yang Zhenjun era el Dios Marcial del Sudeste, poseía ocho mil templos, y era increíblemente amado por la gente.

Su nombre original era Feng Xin, y hace ochocientos años, era el general celestial número uno en el Palacio Xianle del Príncipe Heredero.

Feng Xin era leal en extremo y había sido el guardaespaldas de Xie Lian desde que este tenía catorce años. Creció con el Príncipe Heredero, entraron juntos a los cielos, fueron desterrados juntos, y vagaron juntos. Desafortunadamente, no lograron soportar los ochocientos años juntos. Al final, fue una separación infeliz, ya que cada uno siguió su propio camino para nunca volver a encontrarse.



[1] [真君] Zhenjun es un título taoísta que significa "Señor Verdadero", porque un inmortal, aquellos que han logrado la iluminación son seres perfectos.

[2] [甲子] Primer año del ciclo de sesenta años.

[3] “Cuando el barco llegue a la muelle, irá derecho con la corriente” es un proverbio que significa "Todo va a estar bien".

[4] Piensen en el círculo de alquimia, como en Full Metal Alchemist.

viernes, 27 de noviembre de 2020

TGCF: Capítulo 1

 

Capítulo 1: ~Prólogo~ La Bendición Oficial del Cielo


Entre todos los dioses y budas del cielo, había un famoso hazmerreír de los tres reinos.

Las leyendas dicen que, ochocientos años atrás, había un antiguo reino en las Tierras Medias llamado Reino de Xianle.

El Reino de Xianle era vasto en tierras y abundante en recursos. Había cuatro tesoros dentro del reino: bellezas nebulosas, música vibrante y literatura maravillosa, oro y gemas, y su infame Príncipe Heredero.

¿Cuál sería la mejor manera de describir a este Príncipe Heredero? Bueno, era un hombre único.

Era amado por el rey y la reina, extremadamente adorado. A menudo decían—: Mi hijo se convertirá en un gran gobernante en el futuro, su fama resonará en la historia.

Sin embargo, al Príncipe Heredero no le interesaba el poder imperial o la riqueza del mundo común en lo más mínimo.

Lo que le interesaba, según sus propias palabras, era…

—¡Salvaré a la gente común!

-

Cuando era joven, el Príncipe Heredero se centraba solo en su cultivo, y había dos pequeñas historias que estaban muy divulgadas sobre su camino de cultivo.

La primera historia ocurrió cuando tenía diecisiete años.

Ese año, una gran Procesión Ceremonial Celestial Shangyuan[1] tuvo lugar en el Reino de Xianle.

Si bien la costumbre de llevar a cabo estas ceremonias divinas ha caído en desuso durante siglos, todavía es posible deducir qué gran ocasión de júbilo debió haber sido a partir de los de libros antiguos y de la tradición oral.

El maravilloso Festival de Shangyuan en la Gran Avenida Marcial.

Mares de personas se habían reunido a ambos lados de la ancha calle, miembros de la realeza y nobles hablaban y reían alegremente en lo alto de las plataformas. Los gloriosos guerreros reales ataviados con armaduras abrían los caminos mientras las doncellas bailaban con elegancia y sus hermosas manos esparcían flores; quién iba a atreverse a señalar si las flores o las doncellas eran más hermosas. Desde el interior del carruaje dorado llegaba una música melodiosa que flotaba en el aire a través de toda la ciudad imperial, y al final de la procesión, había un gran escenario tirado por dieciséis caballos blancos con bridas doradas.

Y en este imponente gran escenario estaba el Guerrero que Agrada a Dios, en quien todos centraban su atención.

En la Procesión Ceremonial Celestial, el Guerrero que Agrada a Dios llevaba una máscara dorada.

Con un atuendo glamoroso y una espada sagrada en la mano, interpretaba el papel del dios marcial número uno de mil años que sometió al mal: el Emperador Marcial Celestial, Jun Wu.

Era el mayor de los honores ser elegido para interpretar al Guerrero que Agrada a Dios; por tanto, los criterios de selección eran sumamente estrictos. El elegido ese año fue el Príncipe Heredero.

Todos en el reino creían que lograría la actuación más emocionante del Guerrero que Agrada a Dios. Sin embargo, ese día ocurrió un accidente.

Durante el tercer recorrido de la procesión, pasó junto a una muralla de decenas de metros de altura. En ese momento, el dios marcial en el gran escenario estaba a punto de matar al demonio con un golpe. Era la escena culminante de la actuación, ambos lados de la calle se encontraban en la cima de la emoción. La parte superior de la muralla de la ciudad también estaba llena de gente que luchaba por ver el espectáculo, apretándose y empujándose unos a otros.

En un instante, un niño pequeño se cayó del borde del muro.

Los gritos llegaron a los cielos. Justo cuando todos pensaban que ese niño pequeño mancharía de sangre la Gran Avenida Marcial, el Príncipe Heredero levantó la vista, saltó al vuelo y lo atrapó.

La gente solo vislumbró una silueta blanca que volaba como un pájaro en el aire antes de que el Príncipe Heredero aterrizara con el niño en sus brazos. La máscara dorada cayó y reveló el rostro joven y guapo que se había estado ocultando.

En el siguiente instante, estallaron los vítores.

La gente se hallaba emocionada y alegre, pero los Guoshi[2] del salón de cultivo real estaban preocupados.

Nunca habían imaginado que ocurriría un problema así de grande. ¡Era una suerte siniestra! ¡La peor de las desgracias!

Los Guoshi estaban muy angustiados, al punto que perdían el pelo tan rápido como caía la lluvia. Después de mucha contemplación, llamaron al Príncipe Heredero.

Muy cortésmente le pidieron así—: Su Alteza, ¿estaría dispuesto a enfrentar la pared en reflexión durante un mes? En realidad no necesita ser un mes, siempre que la intención esté ahí.

El Príncipe Heredero sonrió y respondió como tal con un “No”.

Así fue como lo dijo—: Salvar a la gente no es nada malo. ¿Por qué los cielos me condenarían por algo que he hecho bien?

Eh… pero ¿y si qué tal los cielos sí te condenan?

Entonces, son los cielos los que se equivocan. ¿Por qué tendría que disculparme con los que están errados?

Los Guoshi no pudieron discutir.

El Príncipe Heredero era ese tipo de persona.

Nunca se había encontrado con nada que no pudiera hacer, ni había conocido a nadie que no lo amara.

Él era la justicia del Reino de los Mortales, era el centro del mundo.

A pesar de que los Guoshi estaban frustrados —“¡¿Qué diablos sabes tú?!”—, no les correspondía decir más y, de todos modos, no se atrevían a insistir. Su Alteza no escucharía de ninguna manera.

-

La segunda historia también ocurrió en el año en que el Príncipe Heredero tenía diecisiete.

Cuenta la leyenda que en el sur del río Amarillo, había un puente llamado Yinian[3]. Sobre este puente, existía un fantasma que había permanecido ahí durante años.

Este fantasma era sumamente temible: estaba vestido con una armadura rota, las llamas del karma ardían bajo sus pies, y su cuerpo se veía cubierto de sangre y atravesado por todo tipo de armas afiladas. Cada paso que daba dejaba una huella de sangre y fuego. Cada pocos años, aparecía repentinamente por la noche y deambulaba de un lado a otro en la cabecera del puente, bloqueando a los viajeros para hacerles tres preguntas:

“¿Qué es este lugar?”

“¿Quién soy?”

“¿Qué se debe hacer?”

El fantasma luego devoraría a quien respondiera incorrectamente. Sin embargo, nadie sabía cuáles eran las respuestas correctas. Con el paso de los años, este fantasma había engullido a innumerables viajeros.

Durante su errante vagabundeo, el Príncipe Heredero se enteró de esto. Así que fue y encontró el Puente Yinian, custodiándolo noche tras noche, hasta que finalmente, se encontró con el inquietante fantasma.

Cuando ese fantasma apareció, era tan horrible como decían las leyendas. Le hizo al Príncipe Heredero la primera pregunta, y el Príncipe Heredero respondió con una sonrisa.

Este lugar es el mundo humano.

Sin embargo, ese fantasma respondió—: Este lugar es el abismo.

Un comienzo auspicioso. La primera respuesta ya era incorrecta.

Bueno, las tres respuestas van a estar equivocadas de todos modos —pensó el Príncipe Heredero—. ¿Por qué debo esperar a que termines?

Entonces sacó su arma y arremetió.

La pelea fue un completo caos. El Príncipe Heredero era experto en artes marciales, pero el fantasma era aterrador e intrépido. Hombre y fantasma lucharon tan violentamente que el sol y la luna se vinieron abajo; al final, el fantasma fue derrotado.

Después de que el fantasma desapareciera, el Príncipe Heredero plantó un árbol en flor en la cabecera del puente.

Cuando estaba en eso, un cultivador pasó y lo vio esparcir un puñado de tierra para expulsar al fantasma.

Él preguntó—: ¿Qué estás haciendo?

Y así, el Príncipe Heredero dijo las famosas palabras—: Cuerpo en el abismo, corazón en el paraíso.

Al escucharlo, el cultivador formó una sonrisa tenue. Luego se transformó en un guerrero divino vestido con una armadura blanca, con nubes auspiciosas bajo sus pies, y cabalgó en el viento y la luz sagrada. Solo ahí el Príncipe Heredero se dio cuenta de que había conocido de manera accidental al Emperador Marcial Celestial, quien había descendido personalmente al Reino de los Mortales para derrotar al mal.

Todos los dioses y seres celestiales habían notado a este Guerrero que Agrada a Dios, sobresaliente en extremo, cuando dio ese salto durante la Procesión Celestial de Shangyuan.

Por tanto, después de aquella reunión en el Puente Yinian, las deidades le preguntaron al emperador—: ¿Cómo encuentra Mi Señor a esta Alteza Real?

El emperador respondió—: El futuro de este niño es infinito.

Esa noche, un fenómeno celestial se manifestó en los cielos sobre el palacio, y las tormentas se desataron.

En medio de los relámpagos y los rugidos de los truenos, el Príncipe Heredero ascendió.

-

Cada vez que un mortal ascendía, el Reino Celestial siempre temblaba. Cuando el Príncipe Heredero ascendió, todo el Reino Celestial tembló tres veces más que con los temblores normales.

Lograr un cultivo fructífero era de verdad muy difícil. Requería talento, entrenamiento y oportunidad. A menudo era necesario un largo camino de cien años para que naciera un dios.

No era que no hubiese almas afortunadas que se convirtieran en deidades a una edad temprana. Sin embargo, en gran parte, existían aquellos que se consumían durante toda su vida, entrenaban cien años, y aun así no conseguían calamidades celestiales[4] que les sobrevinieran. Incluso si llegaran a enfrentar una calamidad celestial, morirían si no podían pasar tal prueba; e incluso si no morían, quedaban en ruinas. Su número era tan numeroso como las arenas del Ganges, pero la mayoría eran simplemente mortales ignorantes que pasaban toda su existencia como nada más que ordinarios, sin encontrar nunca su propia senda.

Sin embargo, esta Alteza Real era sin duda amado por los cielos. Todo lo que quería, lo conseguía; cualquier cosa que quisiera hacer, lo lograba; quería ascender y convertirse en un dios, por lo que a la edad de diecisiete años ascendió y se convirtió en un dios.

Siempre había seguido la voluntad del pueblo, y el rey y la reina amaban a su hijo y lo extrañaban profundamente. Así que el rey ordenó que se construyeran grandes templos y santuarios a lo largo y ancho del país, y que las estatuas del Príncipe Heredero fueran erigidas y adoradas por todos. Cuantos más creyentes hubiera, más templos habría y, en consecuencia, más larga sería su vida y más fuertes sus poderes espirituales. Así, en unos pocos años, el Palacio Xianle del Príncipe Heredero se volvió incomparablemente glorioso y, durante un tiempo, su prosperidad y esplendor alcanzaron la cima.

… Hasta que tres años después, Xianle cayó en el caos.

-

La causa del caos fue la tiranía, y los rebeldes se sublevaron. Sin embargo, mientras las llamas de la guerra se encendían en el mundo mortal, las deidades del Reino Celestial no podían intervenir fácilmente. Esto a menos que fueran fantasmas, monstruos y demonios los que invadieran las fronteras… De lo contrario, lo que fuera, debía ser.

Imagínese: los conflictos estaban en todas partes en el Reino Mortal, y todos creían que tenían razón. Entonces, si alguien se entrometiera, hoy respaldaría a su antiguo reino y mañana otro vengaría a sus descendientes. Por lo tanto, ¿no habría dioses que siempre querrían luchar entre sí y que caerían en una vida de desgracia?

Una situación como esta para el Príncipe Heredero significaba que debía mantener su distancia, pero no le importó en lo absoluto.

Le dijo al Emperador Celestial—: Salvaré a la gente común.

El Emperador Celestial poseía mil años de poder divino, pero ni siquiera él se atrevió a desasir esas palabras de sus labios. Cuando escuchó esto, fue fácil imaginar cómo se sentía, sin embargo, no pudo hacer nada con el Príncipe Heredero.

Entonces dijo—: No puedes salvar a todos.

—Sí puedo —declaró el Príncipe Heredero.

De tal forma, descendió al reino mortal sin mirar atrás.

Naturalmente, el pueblo de Xianle se regocijó. Sin embargo, desde la antigüedad existía una verdad a la que la gente se refería en el mundo humano: cuando los dioses descendían al Reino Mortal sin permiso, nunca había un buen resultado.

En consecuencia, las llamas de la guerra, además de no extinguirse, se volvieron aún más salvajes.

No era como si el Príncipe Heredero no se esforzara mucho, pero hubiese sido mejor si ni siquiera lo intentaba. Cuanto más hacía, más desastrosa se volvía la guerra; el pueblo de Xianle fue devastado y aplastado, el número de heridos y bajas fue severo; y, al final, una plaga arrasó la ciudad imperial, el ejército rebelde irrumpió en el palacio, y de esta manera, se terminó la guerra.

Si se decía que Xianle originalmente pendía de un hilo, entonces el Príncipe Heredero vino y lo cortó de tajo.

-

Después de la caída del reino, la gente al fin se dio cuenta de una cosa: el Príncipe Heredero al que adoraban como un dios, nunca fue tan perfecto o fuerte como lo imaginaban.

O dicho con más dureza, ¡¿no solo era una basura inservible que no podía hacer nada bien?!

Sin ningún lugar donde desahogar la angustia y el dolor de perder hogares y familias, la gente maltrecha ingresó con furia a los palacios del Príncipe Heredero, derribó sus estatuas divinas e incendió los templos sagrados.

Ocho mil templos ardieron durante siete días y siete noches, y ardieron hasta que no quedó nada. A partir de ese momento, el dios marcial que protegía la paz y la seguridad desapareció, y nació un Dios de la Desgracia que, naturalmente, trajo desastres.

Cuando la gente te llama “dios”, entonces eres un dios. Si te dicen “mierda”, entonces eres una mierda. Eres lo que sea que dicen. Siempre ha sido así.

-

Sin importar qué, El Príncipe Heredero no pudo aceptar esta realidad, y peor aún, no pudo aceptar el castigo que le habían impuesto: Destierro.

Sus poderes espirituales fueron sellados, y su persona fue derribada al Reino Mortal.

Había crecido infinitamente consentido y mimado, nunca antes probó el sufrimiento del mundo humano; sin embargo, este castigo lo arrojó desde las nubes al fango. Y en ese fango, por primera vez, comprendió el sabor del hambre, la pobreza y la inmundicia. Esta fue también la primera vez que hizo cosas que nunca pensó que haría de modo voluntario: robar, hurtar, maldecir en voz alta y renunciar a sí mismo. Perdió toda dignidad, no le quedó autoestima, y estuvo tan descuidado como uno podría llegar a estarlo. Incluso su sirviente más leal no pudo aceptar este cambio en él y eligió irse.

“Cuerpo en abismo, corazón en paraíso”. Esta frase fue grabada en monumentos y placas de piedra en innumerables partes de Xianle. Si no fuera por la guerra que quemó casi todo el reino hasta los cimientos, si el Príncipe Heredero viera los restos de esas palabras, era probable que fuera el primero en apresurarse a destruir lo que quedaba.

La persona que había pronunciado esas palabras había probado personalmente que, cuando el cuerpo estaba en el abismo, el corazón no podía estar en el paraíso.

-

Ascendió a los cielos con rapidez, pero cayó en desgracia aún más rápido. Como si apenas fuera ayer, con esa la mirada imponente sobre la Gran Avenida Marcial, luego de encontrar el mal en el Puente Yinian. Sin embargo, después de que el Reino Celestial susurrara por un tiempo, lo que había pasado quedaba en el pasado.

Hasta que, transcurridos muchos años, un día, un enorme estruendo tronó desde el cielo. Esta Alteza Real ascendió por segunda vez.

A lo largo de la historia, los oficiales celestiales que habían sido desterrados nunca se recuperaron o cayeron en el Reino de los Fantasmas. Nunca hubo muchos que pudieran pasar página después de haber sido desterrados. La segunda ascensión fue totalmente grandiosa y espectacular.

Todavía más espectacular fue que, después de ascender, emprendió todo el camino hacia el Reino Celestial y se desató en plena furia. Así resultó en que solo fue ascendido durante el lapso de un incienso antes de ser derribado de nuevo.

El tiempo de un incienso. Esa podía considerarse la ascensión más rápida y corta de la historia.

Si la primera ascensión podía considerarse un cuento hermoso, entonces la segunda ascensión fue una farsa.

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Habiendo sido desterrado dos veces, el Reino Celestial miró a este Príncipe Heredero con total desprecio. Y en este desprecio, también existía cautela. Después de todo, era amenazante y estaba al límite tras el primer destierro; ahora que había sido desterrado dos veces, ¿no perdería los estribos y se vengaría del mundo?

Sin embargo, después de haber sido desterrado esta vez, no se volvió loco, e incluso se adaptó con calma a la vida de destierro. No hubo ningún problema, el único asunto era… ¿tal vez se estaba tomando las cosas demasiado en serio?

A veces se ponía al final de la calle, tocando cualquier instrumento y cantando cualquier canción, e incluso romper rocas en su pecho no estaba fuera de su alcance. Si bien durante mucho tiempo se había corrido la voz de que esta Alteza Real podía cantar y bailar, y que era un maestro de muchos talentos, increíblemente, todos sus talentos estaban siendo atestiguados de tal manera, que hacía que uno se sintiera en verdad turbado.

A veces, también recolectaba basura con diligencia y humildad.

Todas las deidades quedaron conmocionadas hasta la médula.

Era impensable que las cosas llegaran a este punto; uno en el que si alguien decía “el hijo que has alumbrado es el Príncipe Heredero de Xianle”, era una maldición más maliciosa que “ojalá mueras sin hijos”.

Realmente no había nadie como él por haber arruinado las cosas a ese nivel, ese quien una vez fue el noble y gentil Príncipe Heredero, un oficial celestial que formó parte de las filas divinas. Y así, esta es la historia del hombre que era conocido como el hazmerreír de los tres reinos.

Después de carcajearse, los que eran más sentimentales también podrían suspirar. Ese amado de los cielos, que una vez estuvo a semejante altura, había desaparecido de verdad y por completo.

Estatuas divinas destrozadas, reino natal destruido, y sin que le quedara ni un solo creyente. Poco a poco, el mundo lo olvidó. Por eso, nadie supo a dónde se dirigió después.

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Pasaron muchos años más. De repente, un día, hubo otro gran estruendo en el cielo. El cielo cayó y la tierra se agrietó, el suelo tembló y las montañas se sacudieron.

Las linternas de luz eterna se estremecieron, las luces de las hogueras bailaron con furia, y todos los oficiales celestiales se despertaron sobresaltados dentro de sus propios palacios dorados, corriendo para preguntarse unos a otros:

“¿Qué nuevo dignatario ascendió? ¡Qué entrada tan grandiosa!”

Sin embargo, quién lo diría, solo exclamaron con asombro por un segundo, cuando en el siguiente, todos los dioses y budas del cielo quedaron atónitos.

¡¿No había sido suficiente?!

Ese infame bicho raro, el hazmerreír de los tres reinos, la legendaria Alteza Real el Príncipe Heredero, ¡él… él… él… él ascendió de nuevo!



[1] El Festival de Shangyuan también se conoce como el Festival de los Faroles, marcando el día 15 y último del Año Nuevo Lunar. Es un día para adorar y celebrar los cielos celestiales.

[2] "Guoshi" se puede traducir como "Preceptor imperial/estatal". Es un cargo gubernamental de alto rango que también tiene importantes responsabilidades religiosas. Los Guoshi sirven como jefes de estado religiosos bajo el Emperador, y son los tutores, capellanes y confidentes del Emperador y sus herederos directos. Lea más aquí: https://en.wikipedia.org/wiki/Imperial_Preceptor.

 [3] [ ] significa "Un pensamiento" o "Pensamiento fugaz". Esta es también la primera mitad del modismo, "Se tomó una decisión incorrecta en un momento de debilidad".

[4] Antes de que un cultivador taoísta pueda ascender, debe pasar por la prueba de una calamidad celestial para poder pasar a los cielos. Suele ser una tormenta feroz llena de rayos penetrantes.

TGCF: Introducción

Introducción


Nombre: 天官赐福(Tiān Guān Cì Fú), Heaven Official's Blessing, La Bendición del Oficial del Cielo.

Autor: Mò Xiāng Tóng Xiu (MTXT)

Publicada  JJWXC en en el 2017 terminada desde principios del 2018.

Capítulos: 244 + 4 extras (Completo)


Resumen:

¡Por ti me volveré invencible!

—¡Ah! ¡Ese Oficial de Recolección de Chatarra de los Cielos está teniendo una aventura con el Jefe del Reino Fantasma!

Hace ochocientos años, Xie Lian era el noble y cortés Príncipe Heredero de Xianle, el glorioso Querido de los Cielos. Sin embargo, ¿quién iba a adivinar que el otrora Dios Marcial, que había ascendido después de la iluminación, adorado por millones, habría de caer abruptamente, desacreditado y deshonrado, tocando fondo tanto como era posible?

Ochocientosaños después, Xie Lian ascendió nuevamente con un alboroto. Esta vez, no teníadevotos ni méritos. Un día, de camino a casa luego de recolectar sobras, recogióa un joven. Este joven era en realidad ese Rey Fantasma de los innumerables rostrosdel que tanto se hablaba en los tres reinos: Hua Cheng.

* Beteado por Aelilim, a quien agradezco por tener la paciencia para esto.

SQER: Capítulo 22

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